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La ilusión por el cambio o el futuro político de unión, progreso y democracia (UPYD) (página 2)



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Una atenta lectura de las propuestas del programa electoral con las que UPyD concurrió a las citadas elecciones y, en particular, el apartado de Regeneración democrática, nos muestra un deseo de superar las graves contradicciones y los lastres del bipartidismo surgido de la Transición, así como los excesos de un capitalismo sin rumbo predefinido. Al fin y al cabo la democracia no es un estado o una situación a la que se llegue de una vez y para siempre, sino que es ante todo el medio o instrumento, el procedimiento o el camino de una res pública que nunca se acaba mientras haya un solo hombre capaz de reclamar libertad, igualdad o justicia o la mejora o cambio de cualquier aspecto de la vida. Sabiendo de antemano que la libertad, la igualdad o la justicia crecen y se desarrollan dentro de unos límites o fronteras lógicas, racionales, razonables y morales en consonancia con el grado de desarrollo alcanzado a todos los niveles de la vida.

O, dicho de otro modo, el bipartidismo surgido de la Monarquía parlamentaria supondrá el desdoblamiento del sistema autoritario propio de una Monarquía tradicional o una Dictadura entre el partido gobernante y la oposición, dándose un sistema de obediencia en cascada a todos los niveles organizativos en cada uno de los partidos, solo corregido o limitado por lo que la tradición autoritaria española ha convenido en llamar despectivamente nacionalismos periféricos frente a un nacionalismo central, estatal o español tenido y publicitado como el verdadero representante del conjunto del Estado. Desde entonces y hasta la fecha el sistema bipartidista vendría a funcionar –no ya con acuerdos y fraudes en las propias mesas electorales para la rotación política a semejanza a los de la Restauración- sino a través de la ausencia de cualquier discurso político digno del mismo y la degradación, descalificación, erosión o marginación sistemática del oponente político. Como simple ejemplo de este modelo de funcionamiento podríamos citar un testimonio sencillo -pero gráfico y elocuente- a través de alguien citado como ejemplo de representar un discurso de vocación estatal como Alfonso Guerra, por entonces vicepresidente del Gobierno socialista que, preguntado por un periodista sobre la opinión que le merecía Miquel Roca, dijo no tener ni idea de quién era ese hombre y que lo único que le evocaba ese nombre era una marca de sanitarios. El desprecio hacia el oponente político no podría ser más elocuente. Por ello, nada tiene de extraño que ante la reciente quema de retratos del Rey en Cataluña haya sido Alfonso Guerra el que se personara inmediatamente en Palacio para mostrar su adhesión y solidaridad con la Monarquía, un gesto elogiado por la propia Reina3. Obviamente, el conservadurismo español no será solo patrimonio de la derecha.

Monografias.com2 Así lo reconoce la Reina Sofía al asimilar la herencia de la Jefatura de Estado propio dela Monarquía con la herencia que un padre deja a sus hijos, ya sea una casa, un negocio o un campo y, por lo mismo, viniendo la Reina a pedir "coherencia" a los republicanos que también dejan estas propiedades a sus hijos, en Pilar Urbano: La Reina. Muy de cerca Planeta, Barcelona, 2008, p.146

Así, el funcionamiento interno de los partidos, salvo honrosas excepciones, no pasaría de ser más que una maquinaria electoral para hacerse con los resortes de la función pública, donde la vocación de servicio público queda limitada y se agota en demasiadas ocasiones con la obtención del botín en forma de cargo público. Lo que nos recuerda una de las razones que nos ofrece Gore Vidal al señalar la atracción que ejerce la actividad política como ejercicio de una profesión, referida a la administración de los EE UU, pero fácilmente extensible a cualquier país y que destaca por su pragmatismo, brevedad y exactitud: "La política real está limitada a quién recauda, qué dinero, de quién, y para ser gastado por quién y en qué"4. Lo que en España se demostraría, entre otros muchos ejemplos, con las rápidas y fáciles conversiones jurídico-contractuales de personal contratado en funcionario en las diversas administraciones públicas ante posibles cambios del signo de gobierno. O la resistencia de los sindicatos mayoritarios a la gestión privada de los servicios públicos tenidos por obligaciones del Estado. En fin, parece ser que la actividad política ha quedado reducida a la degradación sistemática del oponente político, a definir y recaudar impuestos, establecer los procedimientos administrativos del gasto y luego decidir en qué y cómo se gasta. Por ello no es de extrañar que los llamados y tenidos por servidores públicos, desde los primeros a los últimos cargos representativos, vengan estableciendo todo tipo de mecanismos jurídicos –desde la Constitución a las disposiciones locales pasando por las rigideces de la función pública, las representaciones sindicales o las fidelidades partidistas- para preservar y conservar en el tiempo tan sacrificada tarea de servicio a esa empresa publicitada como la nación o la patria, ya sea en el ámbito de todo el Estado o limitado al ámbito de las Comunidades Autónomas o a la Administración local. Y cuando los mecanismos electorales hacen posible el cambio en los órganos electivos de la Función pública, tal cambio será vivido como un drama cuando se piensa o se cree que los cargos públicos son adscritos por naturaleza o tradición, tal como ha vivido el PNV el desplazamiento no esperado de las instituciones públicas.

Con el bipartidismo vendría a consolidarse un discurso político que no tendrá por objeto el interés público o general en toda su extensión, ofrecer el mejor análisis y respuesta a posibles alternativas ante cualquier contingencia, sino más bien la degradación sistemática de la actuación o imagen del oponente político, polarizado e incentivado, además, por el modelo de funcionamiento de los medios de comunicación social y, en particular, de los audiovisuales. Lo cual no quiere decir que no existan posiciones o argumentaciones razonadas y realistas procedentes de posiciones de izquierdas o derechas o, incluso, en ambos de sus extremos, pero éstas apenas tienen valor en una sociedad de masas, conformada por un sistema de información de contenidos simples, múltiples y fragmentados y rápidamente sustituidos por otros de la misma naturaleza. El votante no irá a depositar su voto tras una lectura y análisis de las diversas alternativas en las más diversas materias, sino que lo hará atendiendo a unos razonamientos que escapan a cualquier previsión racional y hacia una posición ya consolidada de antemano. Desde luego que este sistema de confrontación sistemática no será responsabilidad del comportamiento de individuos concretos, sino más bien es algo inherente al propio sistema de partidos. Por una parte, diputados y senadores, con el sistema de listas cerradas y bloqueadas no acaban de representar ni tienen por objeto la defensa del bien general por la propia condición de su afiliación a un partido, sino que su obligación o deber se agota en acatar, divulgar o defender las directrices del partido de pertenencia; circunstancia agravada o corregida, según el punto de vista, con el modelo de distribución territorial cuyas tradiciones históricas, económicas y políticas difieren unas de otras. Y, por la otra, al recaer la Jefatura del Estado en un monarca sujeto a una constitución vocacionalmente democrática, tanto en lo político como en lo jurídico, la Monarquía no pasará de ser una simple ficción jurídica –un cuento o un mito político- en el ámbito de la vida pública tanto estatal como internacional, algo que el común de la gente, salvo raras excepciones5, ni siquiera las líneas editoriales de cierta prensa acaban de comprender. Esta construcción artificiosa e interesada dará por resultado un cierto prestigio de la Corona en las distintas encuestas, pero más como resultado de la falta de cultura política y de la publicidad que de la naturaleza intrínseca de la propia Monarquía cuya función, como Jefe de Estado, se limita a la obligación constitucional de sancionar las leyes, siguiendo y acatando las directrices del gobierno de turno. Un ujier o un conserje Mayor de cualquier ministerio tiene el mismo grado de acatamiento, solo que al más ínfimo nivel funcionarial y sin la magnitud de la protección jurídica e ideológica de que goza el Jefe del Estado a título de Rey. Así, con la introducción de los partidos políticos y su sistema bipolar, se habrá puesto fin al pasado sistema político autoritario que cubría la totalidad del Estado español; ahora los centros de decisión política se han democratizado, distribuido, ampliado o fragmentado, pero no es seguro de que las decisiones en una multiplicidad de materias sean democráticas ni contribuyan a la integración política del conjunto del Estado. Una vez un partido en el gobierno, su objeto y objetivo institucional será la defensa del bien general según criterios más o menos acertados o pactados con otros grupos, pero en cualquier caso siempre contestados desde la oposición, sean o no acertados desde el punto de vista técnico y del bien general. Es decir, el sistema político español, por la propia naturaleza de Monarquía parlamentaria, no permite la existencia de una institución operativa a nivel de todo el Estado que pudiera exponer, publicitar, tutelar o defender posiciones de interés general en los más diversos asuntos a nivel de todo el Estado. Esa función es desempeñada y adscrita constitucionalmente al Rey como Jefe de Estado. Pero al mismo tiempo esa función integradora no deja de ser constitucionalmente más que de carácter simbólico o ideal o, más exactamente, idealista, mágica o ideológica, cuya representación en una constitución de estructura democrática no pasa de ser un mero requisito burocrático- administrativo producto del más rancio constitucionalismo español que solo pudo sobrevivir transmitiéndose a través de una dictadura militar con la connivencia del conservadurismo católico, impulsado y reforzado por la política de bloques ante los últimos flecos de la Guerra fría frente al comunismo.

Monografias.com3 Pilar Urbano: La Reina. Muy de cerca Planeta, Barcelona, 2008, p.188

4 Los Clinton nunca entenderán nuestro sistema de clases, entrevista a Gore Vidal en El País, 28 de enero de 1998 p.4

Por esta razón, desandar el camino recorrido en treinta años, cambiar enfoques o puntos de vista sobre divisiones territoriales o administrativas, deshacer intereses bien asentados, disolver o redefinir vinculaciones emocionales a representaciones icónicas o simbólicas, redistribuir o quitar competencias ya cedidas en cualquier materia ya sea en sanidad, educación o financiación, poner en entredicho o dudar del trabajo de los santones de la Transición, todo ello parece que se requiere algo más que la voluntad y el esfuerzo de una mujer –por muy excepcional que sea- liderando un partido surgido del enfrentamiento entre Gobierno y Oposición en materia antiterrorista. Ante todo sería preciso que, al igual que el compromiso y la voluntad de la gran mayoría de los españoles y, sobre todo, de la indignación de los vascos por el enrarecimiento de la vida cotidiana proclamando un ¡Basta ya! sensibilizando a la opinión pública contra el terrorismo y amparando o simpatizando con las víctimas, haría falta otro ¡Basta Ya! amplificado, extendido y enriqueciendo los contenidos sustantivos de la vida pública, tal como propone el propio ideario político de UPyD6.

Monografias.com5Con ocasión de la polémica surgida por el libro de Pilar Urbano, el secretario de Comunicación del PP, Esteban González Pons, haría las siguientes declaraciones respecto a la función de la Monarquía: Yo pienso que la institución no debe hablar. Pienso que el Rey, la Reina, si son, son como la bandera, y a la bandera la vemos cumpliendo su papel en los actos oficiales pero no hacer declaraciones. Esta sería una de las definiciones y visiones de la Monarquía más realistas y exactas que se hayan podido expresar y, además, surgida de la filas conservadoras.

Desde luego que el peso de un diputado en el arco parlamentario es algo irrelevante y técnicamente testimonial, además del inconveniente de tener que contar con la connivencia inconfesada o la simpatía de algún miembro perteneciente a uno de los grandes partidos para que sus líderes –sobre todo Rosa Díez- puedan aparecer reiteradamente en alguno de los medios por ellos administrados o controlados. No obstante lo anterior, a medio y a largo plazo el éxito de una sola voz quedará vinculado a la facultad de que esa voz sea capaz de transmitir el estado de opinión de buena parte del potencial electorado, que sepa amplificar –en el foro y fuera de él- lo que deseen, piensen y sientan buena parte de la población española. Con todo, ello no sería suficiente para forzar un cambio tal de la trascendencia que recoge su proyecto electoral expuesto esquemáticamente en el programa de los Doce Puntos. Entre otros asuntos, cabría citar la recuperación para el gobierno central de algunas de las competencias cedidas a las comunidades autónomas, reformar la ley electoral, suprimir los derechos históricos y los privilegios preconstitucionales –los aplicados explícitamente a Euskadi y a Navarra para beneficio de sus colectivos. En este asunto, se soslayará que la misma Monarquía está igualmente sustentada en los mismos derechos históricos y en los privilegios preconstitucionales que conformaban la estructura ideológica, política y jurídica de la Dictadura. A ello viene a añadirse la cuestión lingüística, la sustitución del actual Concordato con la Santa Sede por un acuerdo de menor rango, con una separación nítida de las esferas políticas y religiosas propias del laicismo y, sobre todo, poniendo el mayor énfasis en una nueva concepción política y jurídica de la tipificación del recurso al terrorismo. No cabe duda de que todo ello supone un salto cualitativo respecto a los programas propuestos por los dos partidos mayoritarios. Pero, al tratarse de cambios cualitativos, parece que tales posibilidades de cambio lleva implícito que estemos hablando, por lo mismo, de una reforma constitucional de contenido cualitativo aunque, obviamente, sin tocar sus valores democráticos sustanciales y desarrollando, al mismo tiempo, sus contenidos participativos o democráticos implícitos propios de la forma federal que no necesariamente habrían de ajustarse a las actuales divisiones administrativas territoriales. No bastaría, por lo tanto, adoptar una simple estrategia de transversalidad en cuestiones de las que de antemano todos compartimos o estamos de acuerdo a fin de salvaguardar la unidad de acción o propuestas partidistas, marginando aquellas cuestiones sustanciales o nucleares que se suponen despertarían recelos, malentendidos o cismas ideológicos tenidos por ajenos a la vida pública como sería el caso o ejemplo propuesto de decantarse por una opción republicana7. La corta experiencia de UPyD viene a demostrar que los cismas y las dimisiones en casada suelen proceder también del modelo y estilo de organización que se desea construir, de las personas concretas encargadas de llevar a cabo un programa de regeneración democrática y de la dificultad de integrar o coordinar intereses tan dispares, tal como expresan sus propios disidentes8. Uno los mayores reproches contra Rosa Díez procedentes de fuentes internas y externas al propio partido es el identificar al mismo con su líder. Olvidan que Felipe González llegó a ser el PSOE o Adolfo Suárez a encarnar UCD y lo mismo podríamos decir de otros líderes europeos. Pero ello tampoco significa que un partido sea simple y solamente la voz o la voluntad de su líder, ya que es impensable la existencia de un partido sin sus militantes, simpatizantes y votantes y, sobre todo, gente que lo sostenga y le dé vida a todos los niveles.

Monografias.com6 Punto 4 de la Ponencia Política de UPyD y la Regeneración Democrática Española

7 Punto 38 de la Ponencia Política de UPyD y la Regeneración Democrática Española

El discurso de Rosa Díez de "regeneración democrática" expuesto en diversas ocasiones y lugares, entre ellos en la facultad de Ciencias Políticas y Sociología y días después en la facultad de Derecho de la U. Complutense de Madrid, ciertamente que es valiente y obedece a una nueva concepción de lo político pero que, sin embargo, no constituye más que la esperanza de una vuelta a la Política de la que los españoles se han venido desentendiendo durante generaciones, ya que la acción política era un terreno vedado y peligroso en el que solo tenían cabida ciertos grupúsculos de la clase aristocrática – nobiliaria o eclesiástica- y, en menor medida, de una incipiente burguesía burocrática, militar, comercial o industrial, y no pocos bandidos. Pero la nueva estructura económica e institucional española, la progresiva evolución cultural y moral de las gentes, las nuevas reglas de juego democrático y el desarrollo tecnológico han venido dando al traste con una política gestada entre bastidores muy en consonancia con la tradición política y religiosa española en su distinción y distribución del pueblo entre ovejas y pastores, entre los nacidos para mandar y los nacidos para obedecer, trabajar y morir por los que mandan. Que no otra cosa ha sido en la historia de España el morir por Dios, por la patria y sus reyes conforme al modelo del Antiguo Régimen y que, pasando por las Guerras carlistas, se mantendría hasta nuestros días con diversos altibajos. No obstante, esta es una distinción aún no desaparecida del todo, ya que la distribución social del trabajo –principalmente aunque no con exclusividad- hace que buena parte de los ciudadanos se dejen guiar por la fe o la simpatía hacia el pastor de turno. Gobernar sigue siendo aún la capacidad de ser obedecido y el arte de hacer creer en un proyecto o en unas soluciones fáciles -cuando no mágicas- de las múltiples constricciones de la vida que desbordan, con mucho, la capacidad y posibilidad de incidir sobre ellas de cualquier gobierno, ya sea estatal o supranacional, como lo es en este caso la propia Comisión Europea. Así, los discursos de los líderes de las dos mayores formaciones políticas –PP y PSOE- han venido desarrollándose en torno a cuestiones urgentes y de coyuntura económica. Ambos tomando sobre sus espaldas las preocupaciones de quiénes el sueldo no les alcanza para pagar la hipoteca, llegar a fin de mes o, simplemente, hacia los que no tienen un medio de ganarse la vida. Desde luego que es algo asombroso –casi milagroso- que el conservadurismo español muestre tanta preocupación por los parados o por todas aquellas gentes que trabajan de sol a sol para ganarse el pan nuestro de cada día -y que a veces solo les alcanza para comprar una baguette cuando la mirada estaba puesta en un pan candeal- habida cuenta que la sociedad de la información viene a mostrarnos unos bienes y un género de vida inalcanzable para la mayoría de los mortales. Y, por otra parte, el haber querido acortar especulativa y engañosamente tanta distancia entre la pobreza y la abundancia en el país que hace de buque insignia del capitalismo financiero ha hecho que, por sus propias dimensiones, sus fracasos y contradicciones se exportaran y extendieran al resto de los países. Es curioso que el concepto marxista de clase haya desaparecido del lenguaje político y, por lo tanto, también del periodístico tras el acceso del Partido Socialista al poder en 1982. Y, sobre todo, tras la caída del Muro de Berlín en 1989 dejando al descubierto la miseria de los landers alemanes orientales. Como dice Álvaro de Marichalar, hermano de Jaime de Marichalar y cabeza de lista de UPyD por Soria en las pasadas elecciones, derecha e izquierda parecen ser conceptos pasados de moda, tal como también se recoge en los planteamientos de la Ponencia Política y la Regeneración Democrática Española de ese mismo partido. Pero, obviamente, no parece que también hayan perdido su sentido los contenidos que ambos conceptos nos evocan, ya que la progresiva polarización de la pobreza y la riqueza –y sus consecuencias anexas- parecen resistirse a desaparecer tanto de nuestro entorno como a nivel transnacional. Quizá lo que sí esté pasado de moda sea la acumulación especulativa de funciones, de cargos y de rentas que no obedecen a ninguna aportación del trabajo quedando solo vinculadas a las relaciones parentales, de fidelidad, publicidad o imagen. La resistencia francesa e, incluso, la del Parlamento europeo a implantar la prolongación de la jornada laboral9 o de generalizar el retraso de la edad de jubilación nos dicen que izquierda y derecha no han perdido aún su carácter operativo.

Monografias.com8 Editorial: No debemos consentirlo, tenemos una oportunidad, de 28 de julio de 2009 en http://congresoupyd.wordpress.com

Y, en el polo opuesto, sin renunciar a la vida económica, ya que este espacio electoral estaba y está ocupado de necesidad por los grandes partidos, la nueva formación de UPyD ha convenido en confeccionar un programa sustentado en los aspectos más determinantes y estructurales de un modelo de Estado donde las diversas administraciones o niveles de la función pública dejen de ser el botín10 de la lucha electoral. Lo que bien se demuestra tanto con la movilidad y engrosamiento de los cargos públicos de mayor nivel –al amparo de la legislación contractual sustentada en la confianza y fidelidad personal11- como con las reiteradas y urgentes convocatorias – sobre todo en la administración central y autonómica- para consolidar un puesto de trabajo fijo en la función pública desde las diversas modalidades contractuales.

El mapa electoral salido de las pasadas elecciones nos ha mostrado un país políticamente maduro como para llevar a cabo una regeneración de la vida pública como la que propone UPyD. Pero, desde luego, una regeneración de tal calibre requiere remover los cimientos en los que se sustentan un bipartidismo irregular de suma cero – donde lo que uno gana el otro lo pierde- y promover un sistema de partidos y un modelo electoral que permita a los políticos de vocación ocupar las cotas más altas de la función pública electiva, incluida la jefatura del Estado. Aunque esta posibilidad solo sería posible con un sistema político donde no tenga cabida la voluntad de los dictadores muertos o la de sus servidores, la herencia, la familia, la amistad, los favores o las buenas relaciones para la obtención de los cargos públicos o la simple acumulación de cargos y sueldos o la conversión en objeto del derecho privado cuando no en simple objeto de negocio lo que son las obligaciones del Estado.

Es obvio que los individuos han de disponer de mecanismos jurídicos y organizativos para protegerse de los abusos del Estado, pero también el Estado ha de ser precavido con el reclutamiento y admisión de bandidos sobrevenidos u ocasionales en las instituciones públicas, ya sean como funcionarios, cargos electos o de cualquier otra modalidad contractual. Por esta razón los referidos conceptos tradicionales de izquierda y derecha no parecen haber perdido aún todo su sentido. Pero la paradoja y la confusión residen en que partidos políticos tipificados tradicionalmente como de izquierdas o derechas vienen a compartir y abanderar buena parte de los principios y valores de nuestro tiempo, sobre todo en materia social y económica. Y el centro político o sociológico que pretende ocupar UPyD no puede ser de ningún modo no ser de izquierdas o de derechas, sino más bien el sostener la capacidad de curiosidad o asombro, el mantener viva la participación política y fomentar el sentido de la solidaridad y la justicia en una multiplicidad de situaciones y materias12. Pero para ello sería preciso modificar o desplazar los centros de gravedad del interés público, abandonar o marginar la cultura del espectáculo, del placer inmediato y poner el énfasis en el tipo de relaciones de los individuos frente a las organizaciones, ya sean tan grandes como el propio Estado o tan pequeñas como las relaciones entre un hombre y una mujer, ya que el abuso o las relaciones de poder asimétricas se dan en todos los niveles y situaciones, lo que debería implicar, incluso, la revisión del Código Civil en ciertas materias.

Monografias.com9 www.inisoc.org/infcercas.pdf

10 Federico Quevedo y Daniel Forcada: El negocio del poder. Así viven los políticos con nuestro dinero Ediciones Áltera, Barcelona, 2009

11 Luis Morell Ocaña: El sistema de la confianza política en la Administración Pública Editorial Civitas, Madrid, 1994

 

Por ello, el aceptar en el programa electoral de UPyD el modelo político de Monarquía parlamentaria, además de reclutar simpatías y apoyos en los referidos medios conservadores, hace al nuevo partido, muy a su pesar, presentar una imagen más próxima a la derecha ideológica que a su propio ideario político. Solo si UPyD propusiera el advenimiento de la Tercera República Española como forma jurídica externa de su proyecto e ideario político haría creíble y viable su ilusión y el deseo de regeneración política basada en el progresismo y la mediación del pensamiento crítico de los movimientos cívicos en el ámbito territorial de todo el Estado13. Su próximo Congreso del mes de noviembre podría ser una buena ocasión para exponerlo y debatirlo. Seguro que no le faltarían simpatías y apoyos insospechados desde todos los rincones del Estado español. Un Estado conformado por individuos libres e iguales o, al menos, con las mismas oportunidades para ir sorteando o superando en el curso del tiempo las distintas constricciones de la vida, ya que en nuestro tiempo no solo creemos, sino que sabemos que no está en la voluntad de Dios el que nadie tenga que nacer o esté predestinado para ser rey o mendigo. Y, con toda seguridad, con ello arrastraría a los grandes partidos, no solo a romper un tabú y un delirio político, sino sobre todo a tomar en serio el deseo de regeneración en todos los sentidos de la vida pública, ya que tanto la Corona como el sistema bipartidista hacen inviable una tercera opción que tenga por vocación y objetivo político la mejora y simplificación de la gestión de los recursos públicos en todos los territorios de un Estado como el español, conformado por diversas trayectorias históricas, políticas, culturales y sentimentales. Y, por añadidura, estaríamos preparando el terreno en el largo plazo ante la posibilidad de que generaciones futuras pudieran proyectar la unidad federal de España y Portugal pudiendo devenir una potencia regional a semejanza de Francia y Alemania o, incluso, sobrepasarlas a tenor de los vínculos políticos y culturales con la América latina.

Pero, en la medida en que sigamos conservando la Monarquía y haciendo de la misma un mito vigente, en cuyo modelo ideológico y organizativo se sustenta un bipartidismo excluyente, seguiremos dando prioridad a la creencia, a la fe o al delirio sobre la verdad o la razón práctica y, sobre todo, seguiremos manteniendo la desigualdad de los hombres, ignorando y despreciando a tanta gente cuyo trabajo, esfuerzo y sacrificio en el curso del tiempo han hecho posible el que hoy disfrutemos de unos valores morales y de unos sistemas organizativos mucho más próximos al ideal democrático que a las monarquías, tiranías o dictaduras del pasado. Pienso sinceramente que si el nuevo partido Unión, Progreso y Democracia no es capaz en las próximas elecciones legislativas de dar el salto cualitativo en reivindicar una república, que es precisamente lo que constituye la forma política y jurídica externa de su proyecto político, se quedará en una simple vocación o esperanza testimonial cuya patera parlamentaria quedará a merced de la tempestad bipartidista de nuestra Monarquía parlamentaria, quedando finalmente ignorada cuando no despreciada tanto por la derecha como por la izquierda. Y ni siquiera tendría próximo un equipo de salvamento para recoger sus restos. Y con su hundimiento muchos españoles habrán perdido, una vez más, la esperanza, la ilusión y el interés por la cosa pública, condición primera y necesaria para la aparición de los tiranos en cualquiera de sus formas históricas.

Monografias.com12 Así se recoge en el punto 4 de la Ponencia Política de la Regeneración Democrática Española (UPyD)

13 Carlos Martínez Gorriarán: Movimientos cívicos. De la calle al Parlamento Ediciones Turpial, Madrid, 2008

 

 

 

Autor:

José Cantón Rodríguez

Graduado en Criminología Doctor en Sociología

Partes: 1, 2

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